Vivo con vaginismo. Es decir, los músculos que rodean mi vagina se contraen involuntariamente y me duele (se siente como un escozor, como si algo me quemara) cada vez que intento introducir cualquier objeto en ella. No puedo tener ningún tipo de penetración, ya sea para una revisión ginecológica, aplicar un tampón o tener relaciones sexuales con coito. No hay un consenso sobre sus causas, pero muchas veces se asocia a traumas o eventos psicológicos.
No obstante, también puede ser una afección meramente física, que se puede tratar como cualquier contractura. Por lo tanto, el tratamiento que se recomienda es una combinación de terapia psicológica y física.
¿Cómo lo descubrí?
Ha sido un largo camino para poder nombrar lo que me pasa y encontrar una solución. Hay mucha desinformación sobre el vaginismo, pues se ha banalizado y minimizado el dolor que experimentamos las mujeres y las personas con vulva. Además, el mito de la virginidad ha hecho que el dolor se normalice y ha puesto mucha presión en nosotras en el ámbito sexual.
Si hago memoria, yo creo que la primera señal fue una interacción sexual en donde sangré después de que una pareja introdujera sus dedos. En ese momento pensé que era normal el sangrado y el dolor, pues era virgen, entonces no le presté ninguna importancia. Sin embargo, ahora veo que en ese momento inició mi asociación entre sexo y dolor. Posteriormente, intenté tener relaciones sexuales con coito con mi pareja del momento y fue imposible. Recuerdo que empecé a sentir mucha frustración y desesperación. A cualquier costa quería deshacerme de mi “virginidad” pero a la vez cada vez era mayor el miedo al dolor.
La primera vez que en verdad me cuestioné qué era lo que estaba pasando a nivel físico, fue una ocasión que intenté usar un tampón y no pude. Todo esto ocurrió en la preparatoria y no supe cómo manejarlo, ni cómo acercarme a ayuda profesional. Me daba pena decirle a mi mamá que quería ir con una ginecóloga, pues no quería que supiera sobre mi vida sexual. Lo llegué a platicar con amigas y era verdaderamente frustrante que nadie más pasaba por eso. Las respuestas que recibía era que me relajara, que era normal que sangrara y que me doliera. Ahora sé que buscaba respuestas en los lugares equivocados. A pesar de eso creo que tuve la fortuna de tener amistades que me escuchaban aunque no tenían las respuestas.
Mientras todo esto pasaba, un día sufrí de un abuso sexual, el cual negué, pues no quería lidiar con las consecuencias. Pasaron meses y decidí que era momento de ir con una ginecóloga para saber qué era lo que me estaba pasando. La sorpresa que me llevé fue que me en ese episodio de violencia sexual me contagiaron VPH. Desafortunadamente, la ginecóloga que me dio el diagnóstico me revictimizó porque había bebido de más la noche del abuso. Esto sólo empeoró mi situación.
Debido a eso, después del tratamiento para el VPH, decidí cambiar de ginecóloga. Yo ya había investigado un poco en internet y me había topado con la palabra vaginismo, pero no fue hasta que la ginecóloga me explicó y enseñó los músculos que están contracturados, que supe verdaderamente lo que tengo. Después de descartar cualquier otra afección física, la doctora me canalizó con una sexóloga para tratarme.
Al enterarme del diagnóstico del VPH y no saber por qué no podía tener penetración, mi relación con mi sexualidad empeoró. Sentí un gran miedo por no conocer mi vulva, por saber que estaba enferma, culpa por no haber ido a la ginecóloga antes y miedo a no poder compartir mi sexualidad con alguien nunca más. Afortunadamente, la vida me demostró que no es ni será así. Sin embargo, muchos años viví con miedo, sola y en silencio.
¿Qué fue lo más difícil?
Creo que la mayor limitante es la poca información que hay al respecto y todas las presiones que existen para que las mujeres vivamos una sexuallidad de acuerdo con el canon en donde la penetración es central. Además, la estigmatización y tabúes que existen alrededor de la sexualidad femenina, hacen que sea más difícil recurrir a ayuda profesional. Nos sentimos avergonzadas por no cumplir con el papel sexual de una mujer “normal”, es difícil que hablemos de ello. Creo que es necesario que cada vez se hable más de las disfunciones sexuales femeninas y de otras formas de llegar al placer. También es muy importante que los especialistas tengan las herramientas necesarias para apoyar a las personas, sin revictimizarlas, ejercer otras violencias y tomar en cuenta distintas vivencias.
¿Cómo ha sido con mis parejas?
Mi última pareja fue sumamente comprensiva y amorosa en el proceso. Al principio de la relación me costó mucho trabajo contarle todo, pero logramos construir la confianza e intimidad necesarias para poder hablar del tema. Sin embargo, hubo momentos en los que fue difícil, pues a pesar de que había comunicación, a mí se me dificultaba hablar de ello porque me seguía sintiendo insegura, como si no pudiera darle “algo”, a pesar de que él me dijera y demostrara que no era así. Creo que el apoyo de la pareja ayuda y acompaña pero lo más importante es seguir los procesos internos por y para una misma.
En este tema de las parejas siempre he tenido el miedo de cuándo es el mejor momento para informarle a unx potencial compañerx de mi situación. Me daba mucha ansiedad decirlo demasiado pronto y que se sacaran de onda por mi honestidad, o que fuera demasiado tarde y se crearan expectativas que no podría cumplir. La conclusión a la que he llegado es que mi condición no es más que un filtro adicional, y que la persona que quiera estar conmigo va a aceptarme y acompañarme.
Reconocer que vivo con vaginismo y que eso no me resta valor a mí ni a mis relaciones, fue muy difícil. La negación hacía más difícil que pudiera hablar de ello y que llevara a cabo un tratamiento. Una vez lo acepté, he podido escuchar a mi cuerpo y todo ha fluido con mayor facilidad. Esto lo he logrado a partir de un largo camino de desaprendizaje sobre lo que es la sexualidad.
Actualmente estoy tomando terapia psicológica una vez a la semana, mientras hago ejercicios en casa. Los ejercicios de Kegel me han servido mucho para conocer mi cuerpo y poder disociar los músculos del suelo pélvico. También ha sido muy importante conocer mi vulva, viéndome a un espejo y tocándola con mis dedos. Otro instrumento que me ha sido útil son los dilatadores vaginales, que tienen distintos tamaños y ayudan a relajar los músculos gradualmente.
Si estás pasando por algo parecido…
Te recomiendo tener mucha paciencia y ternura contigo. Creo que a veces puede ganarnos la desesperación. El proceso de recuperación no es lineal; hay días buenos y días malos. En estos últimos lo más importante es tomarse un respiro y no presionarse, para intentarlo otro día. También algo que me ha sido muy útil es tener en mente que mi sexualidad no se limita a mi recuperación del vaginismo. Claro que quiero recuperarme, pero sólo para poder ampliar mis posibilidades en el ámbito sexual, no porque haya algo mal en mí. Recuerden que la sexualidad no es únicamente el coito.
Por otro lado, una de las primeras personas a las que leí fue a Pilar Pons. Ella tiene un libro, un podcast y un blog en donde habla del vaginismo y sus tratamientos. De igual manera, mi sexóloga me recomendó la página vaginismus.com, en donde viene mucha información sobre el tema. Recientemente una chica me compartió un manual para la dilatación que creo también está muy completo. Finalmente, creo que es bueno informarse y documentarse, pero también el internet está lleno de información que puede abrumar e información errónea. Además, cada persona es un mundo y hay cosas que le pueden funcionar a alguien y a otra persona no. Por eso, lo que recomiendo a primera instancia es buscar apoyo profesional por parte de unx ginecólogx o unx sexólogx.
Esperamos que esta información pueda llegar y ayudar a quien lo necesite, recuerda que no estás solx y que cualquier situación por la que estés pasando, también pasará. Si necesitas hablar, puedes contactarme sin ningún tipo de vergüenza.
Gracias por leer.