El día que fui un mal polvo y no me importó

Pasó ayer. Invité a un chico de Bumble a mi casa, menor que yo, extranjero pasando sus últimos días en México.

Todo normal, conversamos, bebimos vino, nos comenzamos a besar en mi sofá, me cargó y me llevó hasta la habitación.

Las cosas iban bien, me besaba y mordía el cuello, me apretaba con fuerzas las tetas…todo prometía.

Estuvimos besándonos un buen rato, nos fuimos desvistiendo poco a poco y así ambos con ropa interior, me subí en él para frotarme un rato.

La verdad no recuerdo cuando tiempo estuvimos besándonos y tocándonos hasta que se puso el condón y me penetró, pero luego de un rato, de diferentes posiciones, de que se la chupara, me comiera, nos comiéramos a la vez, nos masturbáramos y demás…se le bajó.

Seguimos jugando, todo bien y bajo control…lo volvimos a intentar luego de unos minutos. Volví a subirme, me corrí una vez, dos veces y por primera vez en mi vida tuve un squirt – ese cuento se los echo luego-, pero este hombre nada que acababa.

Ya eran las 5 am, yo estaba muerta de cansancio, inflamada y aburrida. Me esforcé y le puse onda a la cogida, lo juro; pero ya no quería.

Así que muy tranquila y calmada, me salí y dije «voy al baño» y cuando regresé ya él se había puesto la ropa interior. Ninguno de los dos dijo nada, él no explicó, yo no pregunté, simplemente así fue. Se vistió y se fue.

Esto podría parecer una historia normal, y lo es. Pero para mí representó otra cosa. Era la primera vez que no me sentía con la responsabilidad de hacer que él eyaculara o por lo menos la primera vez que no me sentía mal porque no pasara.

Y fue liberador.

Que no hayamos hablado del tema, que no haya insistido y que no haya mostrado algún tipo de frustración me hace pensar que es algo común para él…pero yo vengo demasiado mal educada por el porno y si el hombre no acaba es casi que una derrota personal.

Por eso quería escribir esto, porque capaz para él sí fui egoísta y un mal polvo por no haber logrado e insistido en que hubiera semen en mi cara, pero yo estaba comprometida y no se logró.

Además, siendo muy honestos, nada más egoísta que el acto sexual. Ahora súmenle que éramos dos extraños que no hablan el mismo idioma y se comunican pobremente en inglés.

Igual, recuerden que siempre seremos la mejor y la peor cogida de alguien.

El orgasmo y yo

Creo que nunca he tenido un orgasmo.

Inicié mi vida sexual a los 15 años y a los 17 una prima, mayor que yo, me preguntó si ya había tenido un orgasmo. En sus palabras, ella juraba que había tenido orgasmos hasta que conoció a su novio de ese momento y se dio cuenta que todo lo que había pasado antes no lo eran.

Desde entonces mi vida sexual se basó en dudar si tenía orgasmos o no. Me obsesioné con el tema y mientras más investigaba más me frustraba. Todas esas descripciones de «una sensación que te recorre todo el cuerpo», «una pequeña muerte», «tanta sensibilidad que abruma», etc no encajaban con nada de lo que yo sentía durante el sexo o la masturbación.

Puedo comparar lo que sentí durante años -con muchísima menos frecuencia ahora- con un paseo en montaña rusa, la excitación va en aumento hasta que llega el punto más alto desde donde ves todo y justo ahí me gana la desesperación y suelo quitarme…creí que eso era lo más cercano que estaría a un orgasmo porque simplemente no me dejaba avanzar. En mi mente, era yo misma cortándome y no dejándome sentir lo suficiente.

Esto me decepcionaba porque siempre me he asumido como una persona de «mente abierta» y sin complejos en el ámbito sexual…¿cómo era posible que yo, que hablo de sexo abiertamente, que le doy tanta importancia y que quiero que todos podamos quitarle esas miles de capas innecesarias que tiene…no hubiera tenido nunca un orgasmo?

Vale aclarar que esa sensación de montaña rusa la vivía mucho más cuando estaba con parejas que cuando me masturbaba, cuando lo hacía sola me costaba muchísimo más llegar a ese punto.

No sé cómo pasó exactamente, pero desde que un chico me hizo sentir cosas diferentes con sexo oral y no me dio tiempo de quitarme ni de desesperarme por llegar, tuve mi primer acercamiento a sentir algo más. Desde entonces traté de enfocarme en conocer mi placer, en apretar mis músculos mientras me penetran y en frotarme con todo lo que pueda durante el encuentro.

Así poco a poco esa ansiedad por llegar al orgasmo fue disminuyendo y prácticamente ya no la siento, aunque sigo pensando que no tengo orgasmos. Me excito mucho, disfruto mucho, me abstraigo bastante y me tiemblan las piernas en algunas posiciones, pero realmente esa descripción del orgasmo que está en todos lados, no encaja con lo que yo siento.

Los cuerpos son distintos y es imposible que todas sintamos lo mismo, pero me cuesta dejar de pensar que nunca he tenido un orgasmo y sé que no soy la única que se siente así. Esto lo hablo con mis parejas regulares e incluso algunas de ellas me aseguran que -desde su percepción-sí tengo orgasmos porque tal o equis razón…Pero, ¿cómo saber que estoy teniendo un orgasmo si no sé cómo se siente uno?

¿Creo que tengo un problema? La verdad no. Creo que simplemente estoy muy mal educada por la pornografía y que soy una persona muy ansiosa. Si te pasa algo parecido, puedes leer sobre la anorgasmia y también ir con tu ginecóloga/o para resolver si se trata de algo físico o meramente mental.

El mejor sexo oral

¿Han escuchado eso de que los hombres no saben dónde está el clítoris?

Pues es verdad jaja.

Sí, todas las mujeres somos distintas, pero por algo el Satisfyer tiene tanto éxito, ¿no?

Justo así comienza una conversación con una de mis mejores amigas, contándome lo mucho que le fastidiaba que le hicieran sexo oral hasta que conoció a un tal Diego que no sólo le dio su primer orgasmo oral, sino que le dio tres.

Se conocieron por Facebook, hablaron unos días y decidieron ir por un café un domingo de invierno. Ella estaba emocionada, Diego parecía perfecto, justo el tipo de hombre que le gusta delgado pero marcado, alto, muy blanco, con canas y pecas y de 34 años.

Al encontrarse ella pensó que lucía mucho mejor en sus fotos, pero en pocos minutos se dio cuenta que la actitud de él, era lo más importante.

Ese día se besaron en el auto y se tocaron un poco. Quedaron en verse la noche siguiente. Él pasó por ella a su casa, fueron a su departamento, fumaron un poco y tomaron vodka tónics.

Conversaron mucho, descubrieron que tenían el mismo grupo musical favorito, Spacehog, y que además también tenían hobbies parecidos. Comenzaron a besarse en la barra de la cocina, pasaron al sofá y finalmente a la habitación.

Él la acostó, le abrió las piernas y comenzó a hacerlo. Y, según ella, desde el primer segundo Diego supo exactamente qué hacer. Ella no entendía nada. Jamás se había sentido así. De hecho hasta ese momento juraba que el sexo oral no era lo de ella.

Se corrió una vez, temblaba, gemía, se corrió una segunda vez y ahí fue cuando realmente se confundió, ¿dos orgasmos seguidos y con sexo oral? Cuando pasó la tercera vez, ya no sabía en qué persona se había convertido.

Diego sabía lo que hacía y se esmeraba al hacerlo. Por suerte para mi amiga, sus encuentros fueron cada vez más frecuentes y mejoraron cada vez.

703e9a25735233.56349ef417918
Ilustración de Chiara Ghigliazza