A mi mamá, aunque no quiero que lo lea

Uno de los momentos más oscuros de mi vida fue cuando a medianoche, conversando con Alejandro, acostada en la cama mirando el techo, dije que lo mejor para mí sería que mi mamá se muriera.

Mi mamá no está enferma, mi mamá no cometió horrores, mi mamá vive en otro país a 4200 kilómetros de distancia, la veo una vez al año y es totalmente independiente a mí…visto de esta forma, parezco por lo menos una mala persona.

Cuando eso sucedió yo sufría distimia, consumía muchísimo alcohol, estaba frustrada en todos los aspectos de la vida humana y con muchísimas menos herramientas de las que tengo actualmente.

Precisamente, son esas herramientas y experiencia las que me permiten escribir este texto hoy.

No le deseaba la muerte a mi mamá, sólo no era capaz de tener una buena relación con ella, no sabía cómo gestionar todo el daño y las heridas que le adjudico, me generaba ansiedad ver su nombre en mis notificaciones, me moría de rabia cada vez que me decía que me quería, no le creía nada, no podía sentir empatía…tampoco era capaz de suicidarme porque imaginarla viajando a México a buscar a su hija muerta, me hacía mierda.

Han pasado 3 años desde esa noche. La terapia y la vida me han cambiado de formas que yo nunca habría imaginado y he logrado un estado que ni en mis mejores fantasías creí lograr.

En diciembre la vi. La vi siendo hija, conviviendo con mis abuelos. Y entendí muchas cosas, hice las paces, la perdoné y sentí una compasión infinita.

Ella no lo sabe. No sabe que durante años le tuve mucho rencor. Aunque hace días me contó que, de niña, le escribí una carta diciendo que cuando fuera anciana la llevaría a un asilo porque no pretendía cuidarla. Ahora, no sólo no hay rencor, sino entendimiento y compasión.

Hoy me emociona pensar que la veré en unos meses y en qué haremos. Me quité un peso enorme de encima. Y lo mejor de todo es que todo esto, me sirve a mí, para mi paz y para ser la mejor versión de mí.

Durante años me sentí muy mal por sentir de la forma en la que sentía. El desarraigo familiar ha sido protagonista en todos los años de terapia. Y sé muy bien que no es obligatorio querer a las personas por el vínculo sanguíneo, sé que nos somos árboles y que nos podemos mover cuando no estemos bien, sé que hay situaciones de situaciones y que siempre hay que priorizarnos ante los demás…

Mis carencias afectivas me han causado mucho llanto y dolor, pero ya perdoné.

Dejo dos canciones que representa ambos sentimientos: