Me despedí de ti no una, ni dos, ni tres veces…Me despedí de ti miles de veces. Imaginé diálogos una y otra vez. Te lo grité en silencio otras miles. Te escribí una carta. Te lo grité en voz alta cuando «descubriste” lo que para ti era una muestra clara de infidelidad. Te lo grité en una segunda oportunidad…
No sirvió de nada porque duele mucho.
Hasta que te tocó a ti, hasta que te tocó a ti hablar y decir que también te sentías solo, que también sentías que mi compañía era nula, que te sentías ignorado…
Lamento tanto esto.
Acostumbrarme a lo bonito que fue en un momento, lo único, especial, lo que lo hizo tan nuestro.
Me duele sentir que nunca me dejaste entrar a tu vida, creo que esperabas que yo me hiciera un espacio, pero no me lo creaste…o no cómo creo que hubiese funcionado para ambos.
Siento el fracaso.
El dolor en el pecho.
Muchas veces no me caes bien. Cuando hablas sin filtro, cuando dices cosas hirientes y actúas como si nada luego, cuando no puedes decirme que me quede, cuando no puedes decirme que me quieres, cuando no me besas, cuando no me agarras las nalgas…a veces cuando siento que estorbo, que te robo el aire, cuando te aburre lo que te cuento, cuando todo lo hago mal, cuando tengo que andar en puntillas y que mis pies te dan asco.
Nunca nada de ti me ha dado asco.
Me duele mucho…
el todo me recuerda a ti,
el todo me suena a ti.
Siento mucho haberme perdido dentro de esta relación, no mostrarme como soy, no mantenerme firme ante cosas, ante mis gustos, ante tus críticas…lamento haberme hecho pequeñita casi tanto como una niña que no puede ni sabe expresarse.
Te amo, me vulneré ante ti como nunca y te extraño a diario.
Me urge sanar, no quiero aguantar, no quiero esperar.