Llegué a la fiesta porque mi amigo Pedro me había invitado, no conocía a nadie más y él todavía no llegaba. Pasé a la cocina, dejé mi botella en la mesa donde estaban todas las demás y me preparé un cuba libre.
Salí a la sala, sonaba música electrónica para bailar, había luces de colores y todos parecían pasarla muy bien.
Yo, sin embargo, no me hallaba. Había tenido un día de mierda en la oficina y estaba cansado. No entendía porqué Pedro había insistido tanto en ir, si al final me iba a dejar plantado y sin responder los mensajes.
La verdad, me senté en un sofá a observar todo. Eso es algo que disfruto hacer. Miro a la gente y me imagino qué piensan, qué sienten, qué les pasa. Es parte de mi trabajo, tengo que ser buen observador para poder venderles a las masas.
En fin, me aburrí de estar allí solo, me prepare otra cuba y decidí seguir recorriendo la casa. Así entré a un cuarto, estaba oscuro y no había nadie. Me acosté en la cama y veía el techo en la completa oscuridad. Tenía sueño, pero sabía que no debía quedarme dormido allí, además había decido que esperaría una hora más a ver si Pedro aparecía.
Creo que pasaron unos 15 minutos y que me estaba quedando dormido cuando sentí a alguien subirse sobre mí. Ella estaba desnuda, desnuda por completo. No decía nada, sólo me miraba fijamente y comenzó a desabrochar mi pantalón. Sacó mi pene y comenzó a golpearlo contra su abdomen. Sonaba increíble y se veía aún mejor.
Se inclinó un poco y puso sus senos en mi cara. Yo los besaba, apretaba con mis dos manos y mordía un poco también. Cuando tuve libre mis manos, pude recorrer su espalda y llegar a sus nalgas. Las apretaba, las sentía completas, las separaba…hacía todo lo que quería.
Ella sólo me miraba, gemía, no decía nada, y yo tampoco. Me sentía mudo, aunque realmente tampoco sabía qué decir.
Lo volvió a tomar en sus manos y por medio segundo me hizo creer que lo iba a meter dentro de ella, pero no.
Sólo lo frotaba, lo golpeaba contra su vientre y contra su vulva. En este punto ambos escurríamos de placer. Lo recorrió todo con sus manos y llenó cada centímetro de mi pene de su flujo.
Yo estaba desesperado, al borde la locura. Quería tomarla por la cintura y sentarla en mí, pero ella tenía el control. No aguantaba la necesidad de estar dentro de ella, pero tampoco quería que ese momento que estábamos viviendo terminara. Todo lo estaba disfrutando demasiado.
«Quiero que me lo hagas en mis posiciones favoritas» dijo.
Wow, por fin habló. Qué bonita voz, qué bonitas palabras y yo me sentí listo para no pensar en las consecuencias.
Se volteó, sobre mí igual, y ahora tenía en primer plano su espalda y su culo. Se abrió y por fin me dejó entrar.
Yo quería morderla toda. En serio. Quería recorrer cada parte visible de su cuerpo con mi lengua y con mis dientes. Pero no podía, por la posición y porque ella realmente estaba controlando todo.
Su ritmo era perfecto, lo hacía con fuerza, pero delicada a la vez. Su cuerpo era increíble. Su cabello era corto, pero podía apretarlo y halarlo también.
Así alternaban mis manos: entre sus nalgas, sus senos, su espalda, su cabello y su boca. Deseaba tener los brazos más largos, deseaba poder tocarla haciendo menos esfuerzo. Se lo merecía todo. Merecía todo el placer del mundo y yo quería dárselo.
Mis sentidos estaban más agudos que nunca. Juro que escuchaba su respiración como si estuviera respirando en mi oído y escuchaba sus gemidos aún con mejor definición.
En ese momento hablé, por primera vez. Logré pronunciar palabra y torpemente pregunté «¿cuál es la otra posición?». Ella sólo se rió, no respondió nada, se bajó y se colocó a mi lado en 4.
Su cuerpo se veía todavía mejor, -no sé cómo eso era posible-. Su espalda, su cintura y sus caderas eran el combo perfecto, no había nada que sobrara, ni nada que faltara.
Yo ya estaba preparado para entrar de nuevo, más que preparado. Pero no me dejó. Me tocó el pecho, me acercó un poco a ella e hizo que bajara mi cabeza a la altura de su culo. Quería que la besara en 4. No quiero ser muy gráfico, pero estaba muy mojada y se sentía muy rico.
Yo quería verle la cara, necesitaba ver su cara de placer. En un par de momentos volteó y me miró con la misma decisión y fuerza del comienzo, pero casi siempre estuvo completamente de espaldas. Finalmente me dejó entrar de nuevo, cada vez más rico, cada vez más conectados, pero distantes a la vez. Así estuvimos un buen rato hasta que no aguanté más y tuve que parar.
Nos tiramos en la cama. Y en cuanto pude hablar, le pregunté su nombre. Me dijo que se llamaba Alicia, pero no le creí.
Ella pasó al baño y yo pasé mientras ella se vestía.
Nos reímos y no hablamos de nada.
Debíamos salir del cuarto. Ya me había terminado mi cuba y tenía una llamada perdida de Pedro.
Bajamos juntos a la cocina para recargar nuestros tragos y le pregunté qué estaba tomando, me respondió que un «Star & tonic». Le dije que no sabía qué era eso y me respondió que era un «gin and tonic pero con una rodaja de naranja».
Así fue como «Alicia» siempre fue la chica del «Star & tonic» y como de vez en cuando llega a mi memoria su cara, con un gin en la mano y con su mirada llena de fuerza y decisión.
